viernes, 4 de diciembre de 2015

VIVENCIAS DE LA NIÑEZ: UNA MATANZA DE COCHINO (Una muerte de cochino)



      Al calor de la casa de mi abuela, hoy “la celebración de una muerte de cochinos en Arafo”.
     Recuerdo con mucho cariño el calor con que mi abuela materna agasajaba a los suyos, día a día. Uno de los momentos más divertidos era la reunión familiar para celebrar la matanza del cochino. Ese día todos llegábamos desde temprano, mis tíos y tías, sus hijos y algún allegado familiar.
Para los niños el día comenzaba jugando, pues no nos permitían pasar a la parte donde estaban los animales, para que no presenciáramos la parte más dura, la matanza en sí. Recuerdo que venía un sr. del pueblo del que decían que mataba al cochino clavándole un puñal, luego los hombres de la familia abrían al animal y lo colgaban para desangrarlo (un familiar recogía la sangre para las morcillas ,pues a mi abuela no le gustaban).
      Con un soplete quemaban los pelos del animal, hasta reducirlos a pequeños cañones.
      En una mesa de anchos tablones, dividían al animal en cuartos y comenzaban a limpiar la primera carne para asar.
     Mi abuela preparaba un mojo picón muy rico y dejaba dentro unas ramas de orégano con el que luego rociaban la carne, aunque en verdad esa carne tan fresca y sabrosa, asada a las brasas de la leña no precisaba ni mojo. Cuando nos llamaban porque salían los primeros platos de carne asada, ya teníamos la boca hecha agua de tanto esperarla. Recuerdo que mi madre nos la troceaba y nos llevaba pan, que rebañábamos en la grasita con mojo que soltaba la carne ¡era exquisita!.
    Otro de los momentos importantes era cuando mi abuela se ponía a hacer su famoso caldo de azadura, típico de mi pueblo, en el que los componentes principales son la azadura negra y blanca, o sea el hígado y el pulmón del cochino troceados, tocino y otras zonas de grasa del animal, garbanzos, azafrán, una fritura de cebollas, tomates, pimiento,… Y cuando el caldo haya hervido lo suficiente para ganar sabor, se le añaden unas papas grandes enteras y ya en el momento de servirlo se le acompaña de unas sopas de pan ( pan troceado en porciones finas y de unos 3cm. de largo). Mientras, nosotros esperábamos el momento en que mi abuelo Pepe nos limpiaba la vejiga urinaria del animal, la inflaba y ataba para convertirla en una pelota mágica que sustituía a nuestra vieja pelota de plástico y con la que jugaríamos hasta que se rompiera.
    Las mujeres y hombres de la familia seguían haciendo distintos preparativos con la carne: 1.- la carne de adobo, que se aderezaba con un mojo muy sabroso y luego se cocinaba a fuego lento y que en las tardes sucesivas mi abuela sacaba cubierta de manteca y nos la calentaba para que se derritiera  y entonces poder seguir disfrutando de su buena cocina.
    2.- los chicharrones que primero serían los hombres de la familia los que troceaban el tocino acompañado de banditas de carne y algunos llevaban la coraza de piel con resto de los cañones del pelo; luego mi abuela aderezaba y ponía en su fuego a leña, bajo su constante vigilancia hasta dejar en su punto ¡la verdad, han sido los mejores chicharrones que he comido!. La grasa procedente de su cocción se guardaba en una vasija de barro que ella llamaba orza, y al enfriarse se solidificaba y se convertiría en la manteca con la que muchas veces nos freiría papas.
    3.- Ya de tardecita, se hacían los chorizos, recuerdo que mi madre y mi tía ayudaban a rematar la limpieza de los intestinos del cochino que por la mañana los hombres de la familia habían limpiado, vaciando en un hoyo de la huerta o cantero las heces contenidas y afinando su limpieza introduciendo la manguera de agua a presión por uno de los extremos, luego fragmentaban en bandas de cerca de un metro y ponían en remojo dentro de un cubo o balde metálico con trozos de limón, Y por las tardes ellas perfeccionaban esa limpieza trabando una horquilla en las tripas y arrastrando los últimos restos de residuos de forma repetida. Posteriormente rellenaban con una masa que habían preparado a base de carne, tocino, sazonada con sal y especias como; pimentón, pimienta negra,…. Y a la que habían molido con su antiguo moledor o molino de carne; las recuerdo presionando con sus manos y al completarlo ataban hilos cada 8 o 10 cm, fraccionando la tripa en porciones.
    4.-Al final de la tarde entre rondas de vaso de vino de la cosecha familiar, los hombres salaban el tocino o carne blanco así como los huesos con restos de carne y ambos servirían de acompañamiento de los caldos o guisos durante muchos meses del año. Aún recuerdo los bocadillos de tocino que algunas tardes mi tía nos preparaba, cortándolos en finas lonchas que en crudo acompañábamos al pan.
Recordar este episodio familiar de aquella época, donde la economía de subsistencia era la base del sustento, me hace pensar que si bien la vida era dura, el calor que emanaba de esta necesaria convivencia ha irradiado en mi familia y es el origen de que más de cuarenta años después, nosotros, sus nietos con nuestras parejas, hijos/as, novias/os de éstos nos sigamos reuniendo casi mensualmente ya sea en la finca de uno, en la casa de otro o en un bar, para seguir manteniendo encendida la llama de nuestra familia.
Gracias madre (abuela), Gracias mamá, siempre estaréis en mi pensamiento y en mi corazón

25 de octubre de 2015
Mari Carmen Gil Hernández




3 comentarios:

  1. Qué bien contado, Mary Carmen :) Lo he visualizado casi como si yo hubiera estado allí, aunque nunca asistí a ninguna matanza :)

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  2. Qué bien contado, Mary Carmen :) Lo he visualizado casi como si yo hubiera estado allí, aunque nunca asistí a ninguna matanza :)

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    1. Yo disfruté mucho recordándolo, encima gracias por esas palabras de estímulo.

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