jueves, 31 de marzo de 2011

Vivencias de un abuelo


Esta historia nace allá por el año 1915, dónde la pobreza las penurias rodeaban el país. Los niños y
niñas sufren especialmente en una sociedad que degrada lo sensibles. Son frecuentes los casos de infancias atormentadas, por excesos de autoridad paterna. Los hombres de esa época situaban ya las mujeres a un grado de indignidad por debajo, incluso, de la de los obreros o campesinos. Mi abuelo era de un pueblo llamado San Miguel de Abona, pueblo que le vio nacer, crecer y morir. Había sustento, tubo que empezar a trabajar con tan solo 9 años. Tenía que ir al monte siendo un niño a bajar leña y pinocho, no tenía zapatos por lo que andaba descalzo. Apenas le quedaba fuerzas pa4a caminar, porque sus pequeños pies dolidos por todo lo que pisaba por aquel horrible camino de piedras, cristales y troncos le había dejado huella. Cuando cumplió veinte años tuvo que irse al ejército, duro golpe para el y su familia, pero mantenía con firmeza su rostro campesino y alegre. Sirvió a la patria dos años y nueve meses, tenía por entonces veinte y tres años. Terminado el servicio militar, regresa de nuevo a su tierra natal, con la mirada perdida, angustiada y desperada por haber dejado atrás a tantos compañeros que sufrieron con él en la mili, su madre intentó olvidarle las heridas del reencuentro; él les dijo “no he visto en mi vida gente más buena más ingenua…y además inteligente”.como joven que era le gustaba disfrutar de la vida pero no había dinero para gastar, apenas les llegaba para comer, y tan sólo tenía una pieza de ropa. Su padre le mandaba a recoger el trigo, cebada y millo para luego molerlo y así obtener el gofio para subsistir. Conoce a la que fue su esposa durante muchos años y tuvieron tres hijos y tres nietos. Hoy descansan juntos lejos de tantas penurias que les ha tocado vivir.

Yayi (Arico)

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