Mi padre me contaba muchas cosas de su vida y lo diferente que eran a nuestros días.
Cuando él era chico, me contaba que tenía que levantarse a las 6 de la mañana para ir a buscar pinocha al monte, con mucho frío y descalzo por supuesto.
Eran 12 hermanos y él era el más pequeño. Dormían todos en un cuartito pequeño.
Cuando mi padre creció se fue a trabajar a las minas y más tarde replantando pinos, dónde un día conoció a mi madre.
Al tiempo, tuvo que emigrar a Holanda a trabajar de soldador de barcos. Mi madre, todavía de novios, seguía manteniendo contacto por carta.
Mi padre en afán de superarse y buscarse una mejor vida viajó más lejos: por Italia, Francia, Grecia y hasta Australia. Finalmente volvió un día para casarse con mi madre. Volvieron a Holanda, mi padre recuperó su antiguo empleo, y mi madre consiguió uno en una gran empresa de textil, donde trabajaban muchos españoles.
A los 8 años vino al mundo mi hermana, por lo que mis padres, que tenían ya bastante dinero reunido, decidieron volver a la isla. Al llegar, mi padre trabajó en la construcción de la autopista del sur, hasta que un día lo llamaron de Unelco por su experiencia de soldador.
Unos años después nací yo. Mis padres ya tenían su vida acomodada, aunque sufrieron mucho para conseguirlo. Ahora me toca a mí seguir los pasos de mi padre, con diferente camino aunque con el mismo fin, espero.
Por: Eliseo
Aula: Arafo
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