Me han contado mis padres que la primera nevera que tuvieron fue en el año 50, y no tenía nada que ver con las que tenemos hoy en día.
Se trataba de un armario metálico (no se enchufaba ni nada por el estilo) con dos compartimentos: en uno, se metían bloques de hielo, para que enfriara. Esos bloques eran de hielo industrial, que había que ir a comprar a medida que se iba derritiendo. Y en el otro compartimento, se metían los alimentos para que se mantuvieran frescos.
Pero lo más interesante, con respecto al tema del hielo, lo leí en la siguiente web:
http://monsecca.blogspot.com/2009/03/los-neveros.html
Los neveros...
A mediados del siglo XVIII, se puso de moda en las clases acomodadas el consumo de
helados y sorbetes, por lo que se procedía a recoger el hielo de estos depósitos naturales o bien de los neveros, pozos artificiales, situados en la alta montaña, donde se acumulaba nieve, que posteriormente se congelaba. Estos depósitos de nieve, se tapaban con ramajes y luego llevaban unas capas de piedra pómez, para así conservar el hielo durante muchos meses...
El hielo, en tiempos pasados, era muy buscado para ser utilizado como recurso terapéutico, aplicándose como antiinflamatorio y para calmar los dolores. Antes de su fabricación industrial, cuando este se requería para un enfermo, tenía que desplazarse algún arriero a la Cueva del Hielo para traerlo.
En el verano de 1.768, escaseo el hielo para sorbetes y helados, de los paseos y visitas de la alta sociedad chicharrera, lo que produjo malestar, por lo que las autoridades tomaron medidas para que no escasease este producto. De tal modo que el comandante general Miguel López, manda buscar un mercader natural de Güimar, que se dedicaba a este trafico, obligándolo ante notario a comprometerse a suministrar hielo a la capital, durante cinco años.
Su consumo no se limitaba a la capital de la isla, sino también se extendía a las principales poblaciones de la isla, La Laguna, La Orotava, Los Realejos y otras. Estos usos y costumbres se mantuvieron hasta la aparición, en el primer tercio del siglo XX, del hielo industrial.
Sabino Berthelot refiriéndose al abasto a la capital de la isla de Tenerife, nos dice :
..." En pos de mulos, estos arrieros trotan hasta la zona de las nieves, de donde bajan la nieve y el hielo del Teide. Descienden desde una altura de más de mil pies, paran en la Villa de La Orotava para cambiar de caballería y durante la noche reemprenden la marcha en dirección a Santa Cruz para llegar temprano a la ciudad.
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