lunes, 28 de febrero de 2011

Tenerife y la posguerra

Mi abuelo Miguel, fue un hombre que luchó mucho por su familia.
Emigró junto a mi abuela Bibiana a Cuba para buscar algo mejor,
trabajando de lo que fuera.
Allí nacieron seis hijos en un corto espacio de tiempo. El primer parto fue de trillizos de los que sólo sobrevivió uno, Serafín. Le siguieron Carmen (mi madre), Concepción y Celia.
No les fue todo lo bien que pensaban y regresaron a la isla, no sin problemas. Les perdieron las partidas de nacimiento de sus hijos y al pedirlas de nuevo, se las hicieron con los nombres de las tres chicas cambiados. A partir de ese momento mi madre pasó a llamarse oficialmente Concepción, mi tía Conchita se llamó Celia y mi tía Celia, Vivina.
Pero bueno, pese a todo no fueron infelices en los años que siguieron. Incluso tuvieron dos hijos más Miguel y América.
En su pueblo, Los Realejos, pasaba lo mismo que en todos los lugares de España por aquella época. No había casi nada. La comida escaseaba y el poco dinero que se conseguía era para comprar los pocos alimentos que se podían conseguir.
Pero... los niños seguían siendo niños. Mi tía Conchita, como todos los niños y niñas de nuestro país, soñaba con el regalo que le trajeran los Reyes Magos. Su carta, durante varios años, sólo ponía un deseo y... no era precisamente una muñeca; pedía un pan y un "chorizo de perro".
Hasta los Reyes Magos tenían problemas de abastecimiento. Nunca llegó a recibir tan ansiado regalo.
Ya de mayor, y habiendo pasado esos malos tiempos, siempre fue su bocadillo favorito.

1 comentario:

  1. ¡Qué dura la posguerra,que niñez más difícil! pero esos hombres y mujeres a pesar de ello han sabido sonreír.

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